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Publicado: 02/01/2010
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Fuente: Diario Perfil

Refugio de porteños exiliados, la villa cordillerana lidera los destinos del invierno. Pretenciosa, ahora da pelea hasta marzo. Kayak, rafting, adrenalina y trekking en el vergel que tuvo alerces, aún antes del nacimiento de Cristo.

Mateando. Luego de una caminata de dos horas, hasta los extranjeros se tientan con una cebada junto al Torrecillas, ejemplo de los glaciares “colgantes”.

Las montañas de Esquel son bajas, sus dos mil metros de altura no alcanzan para frenar la humedad que llega desde el Pacífico. Entonces, los Andes se visten de bosque para tocar el cielo con la copa de los alerces y los verdes intensos se combinan con las cimas nevadas y el azul profundo de los lagos.

Cuando los fugitivos norteamericanos Butch Cassidy y Sundance Kid circulaban por la Patagonia argentina y se instalaron en Cholila, Esquel recién estaba naciendo. Fundada en 1906, fue parte de la zona de colonizaciones galesas de fines del siglo XIX, identidad que todavía mantiene y que la conecta directamente con la vecina Trevelin.

Esquel quiere ser anfitrión y está en vías de transformación. Su Secretaría de Turismo abunda en empleados preparados, con capacitación para recibir y guiar a cualquier curioso. Un clásico centro de sky, La Hoya, se mantendrá abierto durante el verano con opciones de trekking, escaladas y rappel y con restó bar para reponer las energías y alegrar los paladares.

En toda la zona que lo rodea, los tours son variados y los puntos para conocer, muchos. Refugio de porteños que eligieron una vida más saludable, la ciudad más importante de la cordillera chubutense está recibiendo el envión que le dan las ganas de convertirse en un centro turístico de alta gama y especialmente, de ser un destino donde el turismo aventura ocupa un papel preferencial. Por lo tanto, habitantes y nuevos pobladores se unieron para dar opciones variadas y modernas de una oferta segura y diferente. Es cuestión de darse un tiempo, hacer silencio y dejar que la ciudad hable, que los bosques murmuren, los trenes avancen y los lagos salpiquen agua cristalina.

Corcovado

Con traje de neoprene, casco, salvavidas y remo en mano, el rafting es la opción más divertida para los ríos de montaña y en el curso que da nombre a la ciudad de Corcovado, el marco será ideal. La carcajada se mezcla con la adrenalina pero los brazos intentan hacer caso omiso y seguir remando. “Derecha, derecha, derecha”, grita ferviente el guía y los remos se aceleran, el gomón salta una roca y el agua baña la superficie de la embarcación, y a los embarcados. Empapados, de nuevo las risas. Luego vienen los momentos de remanso y la conversación fluye, pero pronto el agua se pone brava nuevamente y hay que estar atento. La propuesta en el río Corcovado tiene una dificultad 3, eso significa que no llega al peligroso 5, pero que sus aguas tampoco son las de un río de llanura. Repleto de truchas y salmones blancos que navegan contracorriente desde el Pacífico, y con zonas donde darse un chapuzón es seguro y muy agradable, este río patagónico se alimenta del deshielo y desemboca en mar chileno. Acorralado entre las paredes rocosas de este quiebre natural, el Corcovado ve crecer a los cipreses que intentan desplegar sus raíces entre las rajaduras de la roca. Con la adrenalina a un lado, la ropa seca y el asado esperan.

Desde los árboles

Enganchados a una tirolesa con doble cable, el sueño de volar de árbol en árbol se hace realidad. En el canopy, los árboles se comunican por cables horizontales y el viaje empieza cuando por encima del bosque nos trasladamos a gran velocidad o, mejor dicho, volamos a 23 kilómetros por hora sintiendo el ruido del río debajo de los pies –muchas veces, varios metros debajo– y las montañas de fondo con las nieves eternas que enmarcan, nuevamente, un paisaje de ensueño. Hay tramos que recorren hasta 450 metros, pero entre el entorno y la velocidad el viento en la cara, apenas permite temer las distancias.

Pueblo Alto, el club donde se realiza el canopy –a 30 kilómetros de Esquel–, además de tener hostería y restaurante organiza travesías en mountain bike, cabalgatas y excursiones 4x4, entre otras actividades de montaña.

El alerzal y su entorno

Desde 1937, el Parque Nacional Los Alerces protege al área que comprenden 263 mil hectáreas sobre la cordillera de Chubut y el límite con Chile. Los lagos Menéndez, Rivadavia, Krüger y Futalaufquen dibujan el paisaje lacustre y los ríos que los conectan arman un recorrido perfecto. El kayak es un aliado privilegiado para conocer los secretos de los coihues que descansan al lado del espejo impoluto. Los recorridos desde el Lago Verde al Lago Futalaufquen permiten disfrutar de la cuenca al ras del agua, mirando el fondo, cansando el cuerpo y, una vez más, desafiando la resistencia personal. Las medidas de seguridad están listas y, una vez adentro del bote, la ansiedad se deshace y hasta la primera parada el tiempo pasa rápido, pero el cuerpo necesita energía. El pic nic, el lugar y la compañía son ideales, es una actividad para toda la familia.

No hay duda de que la marca registrada de esta zona, tanto que da el nombre al parque, son los alerces o lahuanes (“abuelos”, en mapuche). Estos árboles de una madera muy fuerte fueron explotados hasta que se decidió preservar la zona y a esta especie que cuenta con ejemplares de casi 3 mil años. Antes del nacimiento de Cristo, el alerce abuelo ya crecía en la zona y hoy mide 60 metros de altura (casi como el obelisco porteño) y 2,2 metros de diámetro. En todo el parque nacional se pueden encontrar ejemplares de esta especie que crece tan sólo un centímetro por año. Los zafaris lacustres navegan el lago Futalaufquen y el río Arrayanes hasta el lago Verde y, desde allí, se recorre a pie un sendero que termina en el Puerto Chucao. Se vuelve a embarcar y se atraviesa el lago Menéndez hasta el Puerto Sagrario. El trekking por la selva fría llega hasta los pies del alerzal.

La pesca tampoco se escapa y las opciones son variadas. Desde los rústicos que eligen entre los más de veinte campings entre agrestes, libres y organizados que rodean los lagos, y los vips que prefieren los lodges, todos los turistas luchan con las truchas –una especie introducida artificialmente en la Patagonia– y disfrutan del deporte en las aguas frías.

Paz helada

Una embarcación parte desde el puerto Chucao y el lago Menéndez es otra vez la autopista hacia un nuevo sendero. Las vistas panorámicas crecen, el ascenso es acompañado por el río de deshielo y la vegetación y las rocas cuentan la historia de una zona que sólo conocía el hielo. El glaciar espera sordo, y el lago esmeralda a sus pies no produce más que silencio. Pequeños bloques de hielo flotan y el té caliente ayuda a recomponerse y recuerda que no estamos solos. El guía es una pieza esencial en este camino que recorre millones de años en la historia de la región, entre arenas volcánicas, rastros de lo que el glaciar supo ser y vegetación gana terreno.

La Trochita, el expreso patagónico que sigue viajando todas las semanas hacia Nahuel Pan, estáe intacto e invita al clásico recorrido vintage junto con el té galés y su torta negra. Pero a 1900 kilómetros de Buenos Aires se respira otro aire y el contacto con la naturaleza se transformó en actividad. Esquel quiere cambiar, y ya está preparado.

A Chile, por agua

En cinco días se puede llegar a Chile haciendo rafting. Un buen estado físico ayuda, pero la experiencia previa no es necesaria. Como la dificultad es media, con saber nadar y contar con buena salud alcanza. Este desafío, que deja a los valientes en las orillas del Océano Pacífico, incluye las comidas, los hospedajes –que alternan entre campings y hosterías, a gusto del cliente– y el equipamiento necesario a $2500 por persona. Además de organizarse expediciones de uno a seis días dentro del Parque Nacional Los Alerces, también en kayak de travesía se puede llegar a Chile en una semana. Dobles y con timón, estos vehículos acuáticos son muy seguros y sencillos de pilotear y contratar esta excursión ronda los 6 mil pesos por pasajero. Para las dos actividades que se realizan entre noviembre y abril, los guías están bien preparados, en general son deportistas de trayectoria en la zona que se volcaron a la actividad turística y armaron sus propias empresas que dan este nuevo perfil de aventura a la ciudad de La Trochita. Es importante no olvidar el protector solar, anteojos negros, un gorro, varias mudas de repuesto, traje de baño y calzado para el agua. Como se ingresa a otro país, se necesita la documentación requerida para cruzar la frontera. Después, todo es cuestión de confiar en los organizadores y sólo pensar en remar, disfrutar de los paisajes y divertirse. Más información en: www.fronterasur.net ; www.limitsadventure.com.ar

Fuente: Diario Perfil
http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0431/articulo.php?art=19111&ed=0431


Ver más información acerca de Chubut y de Esquel.

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