Algo especial y místico se siente al nombrar Patagonia, miles y miles de kilómetros en donde la presencia humana se pierde en su inmensidad. Lo que pocos conocen es que el inicio de este vasto territorio se da en el norte de la provincia de Neuquén, en una zona conocida como la Región de Valles y Volcanes. El sentimiento de libertad se siente más cerca del cielo.
Muchas personas identifican a la Patagonia con San Martín de los Andes o San Carlos de Bariloche. El Norte Neuquino, a diferencia de la siempre concurrida Región de los Lagos, es el fiel reflejo de una zona que a pesar de haber tenido una gran afluencia de personas durante gran parte del siglo XIX y siglo XX atraídas por la mundialmente conocida fiebre del oro, nunca fue valorada por su belleza.
Lo interesante de poder conocer este lugar, es el drástico cambio de su paisaje en cuestión de minutos, pero que al mismo tiempo se puede mantener por horas. Desde el momento en que se deja la ciudad de Neuquén, siguiendo la ruta nacional 22 hasta la ciudad de Zapala, ubicada a 189 Kilómetros al oeste, la estepa patagónica hace su aparición. Por un poco más de dos horas, el camino se ve interminable, pero no tedioso. La singularidad del terreno da un pequeño abrebocas a lo que en horas va a ser posible observar.
Desde la ciudad de Zapala, la famosa Ruta 40 hace su aparición y guía casi por si sola hasta la ciudad más importante de esta desconocida Patagonia: Chos Malal, considerada la primera capital histórica de la provincia de Neuquén. Con cerca de 15.000 habitantes, el "corral amarillo" como se le conoce en lenguaje mapuche, se convirtió en el referente político, social y económico de la zona, sustentado por su pasado republicano y expansionista. Desde aquí, a 800 metros sobre el nivel del mar (msnm), el terreno comienza de nuevo a cambiar.
Un aspecto de "la llave del norte neuquino" como se conoce a Chos Malal, es su tradicional Fiesta Nacional del Chivito, la Danza y la Canción, que se celebra cada año en el segundo fin de semana de noviembre. Durante tres días, se pone en manifiesto el sentir gaucho y se le hace honor a la actividad económica más importante de la zona después de la minería.
La trashumancia
Andacollo, además de su constante brisa y de su privilegiado paisaje, ha mantenido viva una tradición que por el llamado "progreso" poco a poco ha ido desapareciendo en la región: La Trashumancia. Cada mañana durante la primavera, el pueblo se convierte en el paso obligado de cientos de arrieros que como todos los años movilizan su vida, además de sus cabras, ovejas, caballos o vacas, hasta tierras aptas para el pastoreo según la estación.
Es una forma de nomadismo que puede compararse con algunos grupos culturales de las estepas de Mongolia y en menor grado con las trashumancias francesas y españolas. Hoy en día los arrieros son personas mayores, que siguieron esta tradición. Pero como en cualquier cultura, las personas jóvenes prefieren viajar a las ciudades a buscar mejores oportunidades de empleo, ya que ven en esta actividad un retroceso cultural y social. Contrario a lo que muchos puedan pensar, es una de las principales fuentes de ingresos de la zona.
Un buen día puede comenzar antes de la salida del sol. A sólo unos kilómetros del pueblo, es posible encontrar grupos de arrieros que en orden de llegada levantan su pequeño campamento al calor de una buena fogata, tortas fritas y un buen mate. Algo muy común en los arrieros es la gran cantidad de perros que los acompañan y ayudan en sus labores de movilizar los rebaños, muchos de los cuales fueron abandonados y vivían en la calle, pero que se van sumando por el camino. Se puede decir, que es la verdadera amistad y compañerismo entre el hombre y sus animales.
Fuente: La Capital Turismo
http://www.lacapital.com.ar/ed_turismo/2009/9/edicion_48/contenidos/noticia_5002.html