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Publicado: 09/05/2010
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Fuente: La Nación Turismo

En la ribera del río Neuquén, la ruta del vino, las manzanas y los dinosaurios forma un particular circuito para hacer agroturismo y a la vez descubrir fósiles de prehistóricos gigantes

¿En qué otra parte del mundo existe un circuito que permita visitar al mismo tiempo granjas y viñedos y sitios paleontológicos? Sólo en la meseta neuquina, que es a la vez un oasis y un desierto, una tierra que fue hace cientos de miles de años un bosque subtropical y es ahora una región estéril barrida por los vientos.

La Ruta del vino, las manzanas y los dinosaurios son una alternativa para asomarse a otra faceta de Neuquén, una provincia más conocida por sus bosques frondosos, parques nacionales, ríos de aguas cristalinas, volcanes cubiertos de nieve y bosques de pehuenes. Esta ruta recorre la ribera del río hasta San Patricio del Chañar y Centenario. Sus pueblos viven en torno de las uvas y las manzanas, al ritmo de las vendimias, las podas, el empaque. La naturaleza impone su ritmo a la gente y, a minutos del bullicioso centro de Neuquén capital, se llega a lo que parece un país totalmente distinto.
Manzanas y botellas

Centenario está a unos quince kilómetros de la capital. Es un pueblo de colonos, algunos de los cuales llegaron aquí atraídos por el oro de las montañas y quedaron atrapados por el verde del valle. La construcción de un dique, en 1915, dio el puntapié inicial para el desarrollo agrícola de la zona.

El clima y el trabajo intenso de inmigrantes llegados de Europa y otros rincones de la Argentina pintaron de verde el ocre del desierto. Sin embargo, hoy los pobladores ven cómo la ciudad crece y llega poco a poco hasta sus tierras; así, las chacras se fraccionan para construir casas y quintas. Para frenar este movimiento y también buscar una alternativa a la producción de frutas y vinos, varios productores se unieron para crear en Centenario una red de agroturismo.

La Pradera es uno de los establecimientos de este circuito dentro de la ruta turística: se trata de un restaurante de campo donde se puede pasar el día, en un ambiente agreste, envuelto en el canto de pájaros y bajo un sol que brilla la mayor parte del año.

La familia Metzger, cuyos orígenes se encuentran en las lejanas Suiza y Austria, fue una de las impulsoras del agroturismo local, inspirado en los modelos que conocieron y disfrutaron en los Alpes. Además de pasar el día entre perales y manzanares, se puede visitar el galpón donde la familia cría conejos, y se matiza la estada con la degustación de productos caseros: panes, escabeches y dulces.

En Centenario también hay bodegas artesanales (no hay que perderse la de Viñas Constanza, de Fabián Platun), casas de té o plantaciones de frutos rojos. Ernesto Metzger, de La Pradera, cuenta: "Centenario apostó al movimiento slow food además del agroturismo, y lo pone en práctica un par de veces al año, cuando se realizan jornadas de degustación de los productos elaborados por los establecimientos que forman parte de nuestra red".

En el extremo opuesto al slow food y el ambiente rural de La Pradera, se pasa directamente al mundano y sofisticado ambiente de Valle Perdido, en la vecina localidad de San Patricio del Chañar. Es un hotel de lujo, de sorprendente organización, que integró una bodega (o fue integrado dentro de ella, según como se considere). Antes de abrir las puertas, hace apenas un par de años, este hotel ya había sido votado como uno de los más novedosos de América latina.

Desde el lobby se puede ver el laboratorio de la bodega, con sus instrumentos y técnicos trabajando, y para llegar a las habitaciones hay que cruzar las salas de añejamiento de los vinos. Valle Perdido es una de las bodegas de San Patricio, que son por el momento las más sureñas del país, y forman la casi totalidad de la producción de Neuquén. Gracias a sus temperaturas y suelos, la región es muy propicia para la vitivinicultura.

Otras bodegas que se visitan, además de Valle Perdido, son las de Fin del Mundo, NQN y la de la familia Schroeder, conocida tanto por sus vinos como por su restaurante Saurus, un nombre que adelanta la segunda parte de la ruta, dedicada a los dinosaurios. El nombre del restaurante, que es también la marca comercial de la bodega, viene del hallazgo de los restos de un Titanosaurio cuando se realizaban las obras de construcción.

90 millones de años atrás

Toda la región está literalmente sembrada de fósiles. Los paleontólogos no dejan de encontrar nuevas especies de dinosaurios en toda la meseta: entre ellos el Giganotosaurus y el Argentinosaurus, el carnívoro y el herbívoro más grandes que hayan existido, cuyos restos se ven en dos museos especialmente armados para ellos en Plaza Huincul y Villa El Chocón.

La Ruta del vino, las manzanas y los dinosaurios pasa por otro sitio, para llevar a los visitantes hasta la laguna de los Barreales y conocer el Proyecto Dino, encabezado desde hace varios años por el doctor Orlando Calvo. Al borde de la ruta, un cartel indica cómo llegar al asentamiento, donde trabajan casi todo el año paleontólogos y técnicos, en varios puntos de este sitio.

Calvo cuenta que el lugar ya entregó miles de fósiles, tanto de dinosaurios como de tortugas, peces y hasta vegetales. Además del paseo didáctico y el museo, este lugar está lleno de sorpresas: entre los espinillos se ven asomar las cabezas de réplicas de dinosaurios, y algunos fósiles dejados en el sitio donde fueron encontrados para comprender las técnicas utilizadas para sacarlos del campo y llevarlos al laboratorio de estudio. Hasta se ve un nido con réplicas de huevos de dinosaurios fosilizados.

El museo también está lleno de interés, a pesar de ser rudimentario (por falta de fondos, como explica Calvo, que acompaña muchas veces a los visitantes en el paseo y hasta el museo). Allí hay una colección increíble de piezas y es posible comprender por qué esta región de Neuquén es particularmente rica en fósiles de todo tipo, entre los que se destacan los del gigantesco Futalongkosaurus, un bicho de 35 metros de largo, y los de un Megaraptor, con temibles garras de casi medio metro de largo.

Desde el Proyecto Dino se pueden realizar varias caminatas para descubrir la fauna, la flora y los paisajes de la región; por ejemplo, sorprende un bosque de troncos fósiles, una cueva sedimentaria y miradores sobre el lago.

Se camina y se interpreta con los guías del proyecto un paisaje que tiene 90 millones de años y que fue, antes de la formación de los Andes, una sábana rebosante de vegetación donde se concentraba un denso ecosistema favorable al desarrollo de los más grandes animales que el planeta haya conocido. Por lo menos, hasta donde llegaron las excavaciones hoy, porque la región no deja de llamar la atención regularmente con nuevos hallazgos y se convirtió en la meca mundial de la paleontología.

La ruta vuelve 90 millones de años hacia el futuro y 65 kilómetros en la tierra para regresar a Neuquén capital. Por supuesto, hay otros sitios relacionados con los dinosaurios en la provincia.

Los de Plaza Huincul y Villa El Chocón se encuentran en otra dirección, hacia el sur y hacia el oeste de la capital provincial. Pero al norte de los Barreales hay otro, en Rincón de los Sauces, que cuenta con un museo paleontológico y donde están los restos del Titanosaurio más completo que se haya encontrado hasta el momento en el mundo.

Datos utiles

Más información

* Turismo en Neuquén: la Subsecretaría de Turismo tiene su centro de informes en Félix San Martín 182, Neuquén capital. (0299) 4424089. El sitio de Neuquentur brinda información actualizada todo el año sobre el turismo en la provincia y la Ruta del Vino, las manzanas y los dinosaurios: www.neuquentur.gov.ar

* La Pradera: Belgrano y calle 8, Centenario. (0299) 489 0036. www.lapraderaeventos.com.ar

* Valle Perdido: ruta provincial 7, Picada 6, San Patricio del Chañar, 6091 7777. www.valleperdido.com.ar

* Proyecto Dino - CePaLB: avenida Megaraptor 1450, ruta provincial 51, km 65. 0299-154 048614. www.proyectodino.com.ar

Fuente: La Nación Turismo
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1262374


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