Noviembre es uno de los mejores meses para visitar la privilegiada villa neuquina y realizar estas excursiones y actividades recomendadas
Cuenta la historia que fue la visión de un pionero italiano llamado Primo Capraro la que a principios del siglo XX inició lo que hoy se conoce como Villa La Angostura. Junto con su amigo Federico Baratta, Capraro compró el lote pastoril número ocho de la colonia agrícola ganadera demarcada para esa zona. Allí montó un aserradero en 1903 y, veinte años después, levantó junto a la boca del río Correntoso el primer alojamiento de la zona. Ese fue el comienzo del paraje Correntoso y, décadas más tarde, de Villa La Angostura, fundada oficialmente el 15 de mayo de 1932. Hoy es un complejo turístico de 4000 camas inmerso en dos áreas protegidas, el Parque Nacional Nahuel Huapi y el Parque Nacional de los Arrayanes.
Noviembre es uno de los meses más coloridos para visitar el lugar, porque la primavera ha pintado el paisaje de amarillo, cuando estallan las retamas a la vera del camino y los lagos despliegan en un verde azulado que haría morir de envidia al océano más caliente. Con ese escenario de fondo se puede disfrutar de La Angostura de mil maneras, paseando en kayak, pescando con mosca, andando a caballo por un cerro frondoso o perdiéndose en los senderos de montaña. Lo que sigue son cinco programas imperdibles para quienes visiten este paraíso que, hace más de 100 años, descubrió un tal Primo Capraro.
El hotel Correntoso es un emblema de Villa La Angostura. Sus primeros cimientos se remontan a 1917, cuando Capraro creó la Pensión de Doña Rosa junto a su mujer alemana, Rosa Maier. Este caserón estaba junto al aserradero y a metros del Nahuel Huapi. A partir de 1924, el propio Capraro empezó a traer visitantes desde Bariloche en su lancha y luego la afluencia se hizo mayor gracias a los vapores Cóndor y Nahuel Huapi 2. Francisco Capraro, hijo del pionero, fue quien llevó el hotel a su época de mayor esplendor al construir, en 1936, el primer edificio de mampostería.
Con el tiempo el establecimiento ganó notoriedad porque en la desembocadura del río Correntoso (el más corto del mundo, dicen) se concentraba una insólita cantidad y variedad de truchas. Muchos iban al hotel y pescaban con mosca desde la orilla. Luego, a la hora de la cena y junto al fuego, contaban sus aventuras a los demás pescadores y anotaban en una pared el peso de la trucha que habían sacado, junto a la fecha y sus nombres.
Hoy, los huéspedes tienen programas especiales para pescar en la desembocadura del río Correntoso (hay que tener experiencia porque se trata de un río muy técnico para la pesca deportiva, según los expertos). Sólo tienen que bajar una escalera desde el hotel -remodelado en 2003- y se encontrarán de lleno en uno de los mayores paraísos de truchas de la Patagonia.
Los fanáticos de la captura con mosca, trolling (arrastre del señuelo desde una embarcación) y spinning (lanzar y recoger la línea a una velocidad determinada) también tienen la posibilidad de salir embarcados en los lagos de la región, con excursiones de día completo por 380 dólares para dos personas, incluyendo almuerzo y un buen vino.
Según Banana Martínez, head guide de Patagon Fly, firma que organiza expediciones de pesca, el top five de los mejores lugares para tirar la caña en la zona son "el río Correntoso, con buen pique de noviembre a mediados de enero y en mayo; el río Machete, en abril; los lagos Espejo y Correntoso, toda la temporada, y el río Ruca Malén, con muy buenas capturas entre noviembre y diciembre, y también en marzo y abril".
Desde la orilla de arena volcánica del lago Espejo se pueden realizar salidas en kayak que realmente valen la pena. Paraíso de las truchas arco iris y fontinalis -dos de las cuatro especies que existen en la región-, las aguas del Espejo son tranquilas y su geografía regala paredes de piedra, playas, islas y juncales. El silencio es completo y el kayak se desliza cortando como un pastel la superficie brillante de este lago. Si uno presta atención tal vez vea una trucha saltando para capturar un alguacil en el aire, cerca de los juncos.
Si se toma una excursión de día completo es un buen plan parar a almorzar en una de las islas -está incluido en las salidas de toda la jornada- y contemplar desde allí la maravilla de colores que se reflejan en toda la extensión lacustre. Coihues, arrayanes, radales, maquis, taiques, adornan las orillas, y aves como el cisne de cuello negro y el cauquén real engalanan el cuadro.
"Las salidas de día completo en kayak rondan los 320 pesos por persona, con almuerzo incluido, mientras que las de medio día, con un snack, tienen un valor de $ 200", explica Pablo Beheran, guía de kayak y rafting de Patagonia Infinita. Se puede navegar por otros lagos de la zona, pero el Espejo es, por sus aguas tranquilas y su geografía reparada, una de las mejores opciones.
Un clásico de Villa La Angostura. El Parque Nacional Los Arrayanes es uno de los espectáculos más increíbles de la Patagonia. En la península de Quetrihué, en el lago Nahuel Huapi, fue creado en 1971 para proteger un bosque de arrayanes único en el mundo (por densidad y altura), con ejemplares de hasta 650 años que tiñen todo de un magnífico color canela.
Se puede ir en catamarán, pagando 118 pesos por el viaje de ida y vuelta, o también es posible ir en bicicleta o a pie (son 12 kilómetros desde La Angostura). Caminando se aprecian mejor las especies autóctonas del Bosque Andino Patagónico, el casco de una antigua estancia y la laguna Patagua.
Las cabalgatas en el cerro Belvedere son tal vez la mejor forma de meterse en el corazón mismo del paisaje, sorteando cascadas y rozando coihues y cipreses desde el lomo de un matungo tranquilo. Las cabalgatas pueden ser de dos horas, hasta el mirador del cerro Belvedere; de tres horas, hasta la cascada Inacayal, y de todo el día, cuando se va a Cajón Negro. Este último lugar es un valle enmarcado por los cerros Inacayal, Belvedere y Filo Belvedere. Las vistas desde allí son un espectáculo natural imperdible, con verdes pastizales surcados por arroyos de aguas cristalinas.
Los precios de las cabalgatas parten en los $ 120 por persona y llegan a 480 si la excursión es de seis horas, e incluye "una picadita con ahumados", explica el Tero Bogani, a cargo de Cabalgatas Correntoso.
Es una caminata apta para gente de todas las edades. Al ingresar al istmo de Quetrihué, a 100 metros del acceso, el camino se bifurca hacia la derecha y comienza un sendero escalonado que lleva al mirador Arrayán. Desde ese sitio se impone la panorámica del lago Nahuel Huapi, que desde ese punto muestra sus brazos: Machete, Rincón y Ultima Esperanza, bahía Brava, isla Fray Menéndez y la espectacular cordillera de los Andes. Siguiendo por el sendero, a la izquierda, está el segundo mirador, Messidor, que ofrece una vista privilegiada de bahía Mansa y de la residencia El Messidor. En ese pequeño castillo, construido en 1942 por el arquitecto Alejandro Bustillo, estuvo presa María Estela Martínez de Perón y ahí fue también donde el ex presidente Carlos Menem se quejó de haber sido picado por una avispa cuando los periodistas le preguntaron qué se había hecho en la cara.
Fuente: La Nación Turismo
http://www.lanacion.com.ar/1199622