Trekking, rafting, canopy y otras propuestas de turismo activo para descubrir los paisajes patagónicos con otra perspectiva
El sonido del viento desde el vuelo de un parapente; el aroma fresco del bosque; las frías gotas que salpican la embarcación, o simplemente la paciencia del pescador forman parte de la aventura propuesta para los días templados que se avecinan en la Cordillera.
Las actividades más diversas del turismo activo se congregan en San Carlos de Bariloche como una capital de la aventura donde no se requiere de exigencias físicas ni técnicas para poder disfrutar de la naturaleza en todos los sentidos.
La aventura no es sinónimo de deportes extremos o forzados. Desde un niño de 6 años puede subir a una embarcación en el río Manso Inferior y practicar kayak junto a su familia hasta un pescador sumergiendo los pies en el Limay incursionar en el mundo del turismo aventura.
Este segmento del turismo conocido como activo o aventura (como lo denomina la Adventure Travel Trade Association) conjuga tres elementos fundamentales y reúne diversas disciplinas. En primer término, debe tener una actividad física; en segundo lugar, contacto con la naturaleza, y además debe sumar un componente de intercambio sociocultural.
"Cada vez que pienses en una actividad, si responde a alguno de los tres componentes se trata de turismo aventura", dice Ismael Páez Britos, de la Asociación de Turismo Activo de la Patagonia y organizador de la Semana de la Aventura, que finaliza hoy en Bariloche.
Cada cuatro visitantes que llegan a Bariloche, en uno se despierta el interés por el turismo aventura. Es decir que 250.000 personas por año realizaron alguna de las actividades propuestas y generaron a su vez un movimiento económico en la ciudad por cuatro millones de dólares anuales.
Las actividades cada vez son más, y sólo en Bariloche hay casi un centenar de prestadores de turismo aventura, con cabalgatas, parapente, canopy, kayak de río, kayak de travesía, escalada, trekking, kite surf, rafting, montañismo, mountain bike, pesca con mosca y esquí de travesía, por ejemplo.
La propuesta es saber qué está buscando el turista, orientarlo en esa búsqueda y que haga la mejor experiencia posible con diversión, placer y en un marco de seguridad", señaló Páez Britos.
En el amplio abanico, se recomienda para toda la familia realizar kayak clase 2, en el curso de un río con escasas dificultades como el Manso Inferior, a unos 90 kilómetros de Bariloche, donde pueden acceder niños de 6 años en adelante. Para los más arriesgados, el Manso a la Frontera (un circuito de rápidos en cercanías de la frontera con Chile) es otra alternativa, pero aquí se requiere como mínimo saber nadar y ser mayor de 14 años.
El curso de agua turquesa que desciende de los glaciares conformados en la cima del cerro Tronador, inserto en una vegetación boscosa, es el ámbito ideal para este tipo de aventura, aunque también en actividades acuáticas se puede practicar kayak de travesía en las tranquilas aguas de los lagos que se encuentran en el Parque Nacional Nahuel Huapi.
Por tierra, las opciones son las más antiguas y amplias, ya que Bariloche cuenta con la red de refugios de montaña más importante de América latina, administrada por el Club Andino Bariloche.
A partir de la primavera, si las condiciones climáticas lo permiten, los refugios de montaña comienzan a ofrecer servicios gastronómicos y de pernocte para los turistas que lleguen luego de un trekking, que varía entre dos horas para el caso de senderos cortos y sin dificultades, como el refugio Neumeyer (1320 m), en el valle del Challhuaco, y trayectos que requieren de otras exigencias como el ascenso hasta el refugio Otto Meiling, a 2000 metros, entre los glaciares Castaño Overa y Alerce, en el cerro Tronador (3478 m).
El trekking comprende el senderismo de caminatas bajas, aquellas de exigencia media y alta montaña con travesías que requieren de experiencia, utilidad de grampones y sogas.
También es posible viajar por la copa de los árboles. Así se conoció el canopy, cuando un grupo de biólogos desarrolló este trayecto desde la altura para estudiar la flora y la fauna sin dañar el medio ambiente, y después se adaptó como una actividad turística que actualmente es una de las más practicadas a pesar de la reciente inserción en Bariloche.
El objetivo del canopy es conocer el bosque desde la óptica de las aves, y en una medida similar el parapente también, aunque se sienta en carne propia. Es una forma parecida a volar y se puede contemplar -con el fresco del viento patagónico en la cara- la dimensión real de las bondades naturales de la región desde la cima de los cerros Otto y Catedral.
Fuente: Soledad Maradona para La Nación Turismo
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1196738