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Publicado: 06/02/2011
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Fuente: La Nación Turismo

Entre Chubut y Santa Cruz, siempre frente al Atlántico, el nuevo circuito turístico une notables paisajes naturales con oportunidades únicas de avistar pingüinos y lobos marinos

El muelle tiene amarrados algunos buques pesqueros pintados de naranja intenso. Están resguardados por un dique artificial que los protege de las olas enfurecidas por los vientos, capaces de soplar a más de 80 km por hora en toda la región. Este puerto se puede considerar como el centro del pueblo, ya que las casas diseminadas a lo largo de un puñado de cuadras no son lo suficientemente numerosas como para formar otro centro.

En su pequeña casa, a metros de la playa de canto rodado, Héctor Juanto es el pionero del turismo en Camarones y una figura en el pueblo. A bordo de su barco ofrece salidas de avistamiento de lobos marinos en las vecinas islas Blancas y salidas de buceo en las aguas del flamante Parque Marino Costero Patagonia Austral. La creación de esta zona protegida empieza a atraer turistas y genera un esbozo de movimiento en el verano. Entre Camarones y Puerto Santa Cruz, ahora son tres los parques que protegen el litoral atlántico. La RN 3 los une y forma uno de los circuitos turísticos más atractivos y jóvenes del país.

El alba del mundo

El parque marino Patagonia Austral no pone a Camarones en los mapas por primera vez, porque a pesar de estar lejos de todo -hay que contar varias horas para ir en auto a Comodoro Rivadavia o Trelew- tuvo un papel central en varios episodios de la historia nacional.

Fue fundado por primera vez como Nueva León, un año antes de Buenos Aires, en 1535, por Simón de Alcazaba y Sotomayor, durante su viaje de exploración de la costa patagónica. Siglos más tarde, el buque Villarino, que trajo el cuerpo del General San Martín desde Francia, naufragó en los arrecifes de las islas Blancas, las mismas donde Juanto lleva a sus turistas para avistar lobos marinos, toninas, cormoranes y petreles. Finalmente, a principios del siglo XX, Camarones -recién fundada por segunda vez y con su nombre actual- recibió al juez de paz Mario Tomás Perón y su hijo... Juan Domingo. El futuro general Perón vivió allí buena parte de su niñez y un museo lo recuerda muy oficialmente en una casa de madera y chapas, idéntica a la que habitó a partir de 1903.

El parque, en la provincia de Chubut protege la costa de la bahía Bustamante y el cabo Dos Bahías, ese apéndice que delimita en los mapas la margen norte del golfo San Jorge. Totaliza un centenar de kilómetros de costa y varias islas enfrente del cabo y de la bahía. Cuarenta especies de aves y diez de mamíferos conviven en las playas, los acantilados, las islas y los arrecifes que engloba su territorio, completado o prolongado en tierra por el Area Natural Protegida Cabo Dos Bahías. Se trata de una especie de Galápagos de la Patagonia, lugar que recuerda el alba del mundo, donde la naturaleza se muestra en su lado más armonioso y las especies animales no le tienen miedo al hombre.

La camioneta del guardafauna Eduardo Ibarra avanza por las pistas de ripio y abre el camino a los todavía reducidos contingentes de turistas que llegan hasta el lugar. Mientras tanto, los animales desfilan por el costado de la pista como si estuviera todo organizado: guanacos, maras, choiques, peludos, aves. Al parar el vehículo y bajar, no se alejan tan rápido como para evitar las fotos en primer plano.

Llegados a la pingüinera, Ibarra cuenta que pronto se va a jubilar, pero que no quiere irse de este lugar tan bello. Desde el primer vistazo uno lo entiende perfectamente. La isla Moreno surge entre las olas, detrás de la pingüinera donde vuelven a anidar cada año miles y miles de parejas de pingüinos de Magallanes. En la cresta del acantilado, con un poco de suerte, unos guanacos aparecerán el tiempo de una foto. Ibarra cambia de tema con la llegada de nuevos visitantes y les da la bienvenida a su rincón de paraíso. Es tiempo de volver hacia la RN 3 e iniciar un largo viaje, de unos mil kilómetros, para conocer los dos otros parques de la Ruta Azul.

Historias mínimas

Luego de 263 kilómetros se llega por la RN 3 a Comodoro Rivadavia. En todo este tramo, el paraje de Garayalde es el único lugar donde cargar nafta y un oasis de civilización en medio de la meseta desértica de Montemayor. Comodoro Rivadavia es, por contraste, el gran centro urbano de la región y se promueve como la cabecera de esta nueva Ruta Azul.

La ciudad tiene todos los servicios y los accesos necesarios para aspirar a ese rango: hoteles de 1 a 4 estrellas, un aeropuerto internacional, líneas de micros hacia muchos destinos y la ruta nacional 3, que cruza la ciudad de punta a punta. La directora de Turismo local, Ana Stingl, es la impulsora de este circuito azul. Al dejar Comodoro para ir al Sur, hacia Puerto Deseado y Puerto Santa Cruz, recomienda parar en la Punta del Marqués de Rada Tilly, el balneario más austral del país: allí, desde un acantilado que domina el mar a más de 150 metros se puede ver una colonia de lobos marinos jugar y nadar en las aguas cristalinas que rodean la punta.

Entre Comodoro y Caleta Olivia, las dos ciudades petroleras de la región, la ruta gana su calificativo. De hecho es el único tramo de la ruta 3 que bordea el mar. Los días de sol, el Atlántico Sur resplandece y brilla con todos los matices del azul. Cualquiera siente la tentación de parar para sacar fotos, pero el viaje recién empieza y todavía faltan casi 300 kilómetros.

Se puede cargar nafta en Caleta Olivia y Fitz Roy, un pueblo perdido en la extremidad de la meseta patagónica, donde fueron filmadas las Historias mínimas, de Carlos Sorín. Es también un pueblo que recuerda, junto a su vecino Jaramillo, las tragedias de las huelgas de 1920 y 1921.

Se llega a Puerto Deseado cansado, pero con la promesa de la mayor sorpresa de la Ruta Azul: la colonia de pingüinos de penacho amarillo. La ciudad puede desconcertar durante un primer recorrido. Si sus calles se ven adormecidas, el puerto bulle de actividad y en enero se escuchan los ruidos metálicos de las obras de mantenimiento de los buques pesqueros. Veleros con banderas de países lejanos están amarrados a los muelles y crean un pequeño crisol de idiomas y caras distintas en el bar de la empresa Darwin, en medio del puerto.

Aquel de penacho amarillo

En Deseado, la naturaleza es exagerada. No en vano Charles Darwin quedó atrapado con la ría y la fauna que abundan en sus costas y aguas. Daniel Pandini, guía que conoce cada rincón de la Patagonia, abunda también en superlativos para describir la ría Deseado. Explica que se trata de "la mayor del mundo -unos 40 kilómetros- y se formó hace millones de años, cuando un río cambió el cauce de su lecho y su desembocadura fue invadida por el mar. Acá se pueden ver toninas, lobos marinos, pingüinos, gaviotas, varias especies de cormoranes, ostreros, patos vapor..." Y todo eso bajo la sombra omnipresente del naturalista inglés.

Al final de la ría, allí donde el enorme río de otras épocas geológicas fue transformado en el humilde río Deseado, un magnifico paisaje se llama directamente Miradores de Darwin. El naturalista se encontraba a bordo de la nave de exploración y estudio Beagle, que llegó a Deseado el día de Navidad de 1833. Pandini no deja pasar la ocasión de mostrar la reproducción de un grabado de esa época, frente al mismo paisaje en la actualidad. Poco cambió desde entonces, pero esta aparente inmovilidad esconde que parte del misterio de la evolución de las especies fue quizá gestado en estos paisajes.

La ría se recorre a bordo de las lanchas semirrígidas de las tres empresas asentadas en el puerto. Es un festival para los fotógrafos, pero lo mejor está por venir. La vecina isla Pingüino se convirtió en el mayor atractivo de la región gracias a su colonia de pingüinos de penacho amarillo, la más norteña para esta especie, que es habitual en las Malvinas. Forma parte del nuevo Parque Interjurisdiccional Marino Isla Pingüino, área que protege 140.000 hectáreas de superficie oceánica. Es una porción del mar Argentino muy rica en diversidad biológica y una fuente de alimentación importante para las especies de aves y mamíferos marinos que viven en las dos islas, Chaffers y Pingüino, y las costas de la ría y el parque.

Se llega a la isla, coronada en la parte más alta por un viejo faro que parece abandonado, luego de una hora de navegación. De un lado hay una playa de canto rodado y pingüinos de Magallanes. Del otro, sobre rocas escarpadas, se encuentran los pingüinos de penacho amarillo, más ágiles y trepadores. Es increíble verlos llegar tan alto sobre el acantilado. Tienen un comportamiento muy distinto al pingüino de Magallanes. La colonia crece año tras año y su existencia fue un secreto a media voz hasta que se difundió con la formación del parque.

En la isla de las dos colonias de pingüinos, algo único en el país fuera de la Isla de los Estados, hay también una colonia de skúas, que le ponen agitación al regreso al barco. Pandini cargó desde el principio de la caminata un palo de esquí. No porque practique nordic walking entre las rocas, sino para engañar a las aves que atacan a quienes se acercan demasiado a sus nidos. Dice: "Los skúas atacan la parte más alta de su enemigo y van a rozar el palo en lugar de nuestras cabezas con sus alas, y eventualmente su pico, si no les hacemos caso y nos vamos".

El parque del león

El ataque de los skúas en la isla Pingüino es uno de los gajes del turista en la Ruta Azul. Pero no el único. Ricardo Fernández, que recorre habitualmente la ruta 3, comenta que últimamente los guanacos se volvieron un verdadero peligro, ya que cruzan la ruta y pueden provocar muchos accidentes frente a conductores desprevenidos.

Sus comentarios son bienvenidos a la hora de volver a emprender un viaje de varios cientos de kilómetros hasta el final de la Ruta Azul, en Puerto Santa Cruz, donde está el tercero y más austral de los parques nacionales de la costa atlántica argentina.

Como la ruta pasa cerca de Puerto San Julián no hay que desaprovechar la pausa y el atractivo que ofrece esta pequeña ciudad, a orillas de una bahía que se adentra en la meseta patagónica y fue una de las bases de operaciones durante la Guerra de las Malvinas.

Un Mirage está en la rambla a modo de monumento y homenaje. A metros de allí se ve anclado el museo temático Nao Victoria, la fiel reconstrucción de la embarcación de Magallanes, que llegó a estas costas en 1520 y enfrentó un motín de sus marineros. Mezcla de museo y parque temático, esta nao ofrece muchísima información y detalles de lo que fue la vida a bordo de la mítica embarcación, la primera en dar la vuelta al mundo.

Luego de Puerto Santa Cruz se alcanza el último tramo del circuito: en la ruta 3 hasta Comandante Piedrabuena, además de la isla Pavón, donde el explorador argentino se asentó en el siglo XIX, hay un inesperado parque de juegos con figuras de las historietas de Dante Quinterno.

Puerto Santa Cruz está a poca distancia, a orillas del estuario del río Santa Cruz. El pueblo reivindica el honor de haber sido la primera capital provincial y haber tenido un papel clave en la afirmación de la soberanía argentina en este lejano sur, en un momento en el que Chile tenía vistas sobre todo el sur de la Patagonia.

La vecina Estancia Monte León, donada para convertirse en parque nacional, es el motor del desarrollo del turismo en la región. La administración del parque está instalada en lo que fue el casco de la finca, y después de registrarse en la oficina de los guardias es posible adentrarse en los senderos del parque, visitar los galpones y conocer por dentro una estancia lanera patagónica.

En la oficina de los guardias, un cartel advierte sobre la posible presencia de pumas, que no son raros allí. Si bien no es común cruzárselos, cada temporada hay turistas que tienen la suerte de avistar alguno, tal como cuenta David Elder, el concesionario del camping Kimiri en las playas mismas del parque.

Mientras habla con sus visitantes, él pregunta la procedencia de cada uno y saca unos mapas. David y su esposa, Lisu, recibieron viajeros de países tan lejanos como Islandia y Rusia, gente que vino de un extremo a otro para llegar hasta el parque Monte León, en el final de la Ruta Azul, que termina sobre la playa a metros de su cabaña.

Con tanta distancia a cuestas, lo importante no es venir de Islandia, Buenos Aires o Camarones, sino el solo hecho haber llegado hasta aquí para vivir las maravillas de la Ruta Azul. Darwin, Sotomayor, Magallanes, Piedrabuena y otros tantos exploradores dejaron sus huellas y ecos en el viento que jamás cesa de soplar en la playa. Los recuerdos, las experiencias y las fotos los harán revivir junto con los paisajes y la fauna encontrados en la Ruta Azul.

Los parques, en detalle

- Parque Marino Costero Patagonia Austral: fue creado en 2009 y cubre un área 132.124 hectáreas, a lo largo de un centenar de km de costas del cabo Dos Bahías y la bahía Bustamante. Engloba varias islas e islotes cercanos a la costa. Uno de sus emblemas es el pato vapor.

- Parque Interjurisdiccional Marino Isla Pingüino: fue creado en 2009 y protege 170.000 hectáreas de mar, así como varias islas entre la ría Deseado y la bahía Laura. Su emblema es el pingüino de penacho amarillo.

- Parque Nacional Monte León: fue creado en 2004 y protege más de 68.000 hectáreas y 40 km de costas. Fue el primer parque nacional con costa marítima del país. Su emblema es el pingüino de Magallanes, una rama de molle y la Cabeza de León, una colina que se asemeja al perfil de una esfinge.

Existe además un proyecto en Puerto San Julián, el Parque Marino Makenke, que completará la Ruta Azul.

Más datos en www.parquesnacionales.gov.ar

Datos útiles

Cómo llegar
Por la RN 3, de Buenos Aires a Comodoro hay 1839 km. En avión: la cuidad está conectada con vuelos de las compañías LAN, Aerolíneas Argentinas, LADE y Sol.

Más información en internet
www.parquesnacionales.gov.ar
www.camarones.gob.ar
www.puertodeseado.tur.ar

Fuente: La Nación Turismo


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