Por tierra, agua y aire, un recorrido por los fantásticos paisajes e historias de Ushuaia y sus alrededores. La antigua tierra de los yámanas es una ciudad que crece de la mano del turismo, asomada a paisajes de ensueño, paraísos de fauna y lugares de leyenda.
En la lengua de los yámanas, Ushuaia significa “la bahía que penetra al poniente”. Y así es.
Los días son largos en los confines del mundo austral. La puesta del sol se hace rogar, y a la hora de la cena uno no sabe si sentarse a disfrutar de las muchas opciones gourmet que ofrece la ciudad, o aguardar y contemplar un bello atardecer en el Canal de Beagle. Pero hay tanto para ver y aprender en la “bahía que penetra al poniente” –tal el significado de Ushuaia en la lengua de los nativos yámanas–, que cuanto más largas sean las jornadas, mejor.
El paseo a bordo del double decker bus (típico ómnibus inglés de dos pisos) es la mejor manera de echar un vistazo general a Ushuaia y meterse en la corta pero rica historia de la única ciudad argentina que está del otro lado de la cordillera de los Andes. El city tour parte frente a la oficina de turismo, en la calle San Martín, y finaliza su recorrido en la puerta del Museo del Presidio, donde también se encuentra el Museo Marítimo. Quienes prefieran pueden descender un poco antes, en el Museo del Fin del Mundo.
“Cuando trajimos la idea del micro, no había ningún tour que contara la historia de la ciudad. Al principio, sufrimos un poco por el tema de Malvinas, dado el origen del vehículo, pero después la gente comprendió que es algo que se usa en todo el mundo, que no fue un invento nuestro”, cuenta Luis Vuoto, el emprendedor que llevó el llamativo ómnibus a Ushuaia en 1999. Durante el paseo, Mónica, la esposa de Luis, oficia de guía. Señala los lugares emblemáticos y narra en tono didáctico, casi escolar, los relatos más interesantes de esta pequeña urbe construida con el sudor de los presos enviados aquí a partir de 1896 para cumplir sus condenas. El objetivo último era colonizar este sitio inhóspito.
Más tarde, el guía Horacio García explica de manera personal y entretenida, durante una excelente visita guiada al Museo del Presidio, cómo fue la construcción de esta cárcel terminada en 1923. Por aquí pasaron algunos reclusos célebres, como el anarquista ruso Simón Radowinsky, preso por el atentado al jefe de policía Ramón Falcón. Pero también el asesino serial conocido con el mote de Petiso Orejudo o el primer multihomicida del país, Mateo Banks, alias el Místico, quien asesinó a gran parte de su familia y peones para quedarse con las estancias de su propiedad. Durante el recorrido se pueden ver partes originales y partes reconstruidas; mientras tanto, en el patio trasero aguarda una réplica del famoso Faro del Fin del Mundo, ubicado en la Isla de los Estados y mundialmente conocido por la novela de Julio Verne.
Para apreciar la naturaleza en estado puro, nada mejor que una visita al Parque Nacional Tierra del Fuego. Mucho antes de su creación como tal, fue el hogar de los nativos de la región, los yámanas, hoy extinguidos debido a las epidemias llevadas por los colonos, los “ejercicios de tiro” de los exploradores o el envenenamiento de parte de los loberos para la libre explotación de esta especie. De los tres mil vivos cuando llegó la colonización, pasaron a unos mil en 1890, y hacia 1910 ya no superaban el centenar.
Los yámanas eran nómadas y vivían temporariamente en chozas hechas de troncos y ramas. Se desplazaban en canoas en las que hacían fogatas para calentarse, cazaban lobos marinos cuya piel utilizaban para vestirse, y aprovechaban la carne y el aceite de las ballenas encalladas, con la que se embadurnaban para paliar el frío. A su vez, eran las mujeres las encargadas de bucear desnudas en las aguas gélidas, en busca de moluscos para alimentarse.
Hoy el Parque Nacional que fue su hábitat, creado en 1960 y cuya extensión es de 63.000 hectáreas (con una buena parte restringida al acceso público), tiene zonas de camping agrestes y otras organizadas, un centro de visitantes, confiterías, observatorio de aves, sitios para pesca deportiva y varios senderos interpretativos.
En la Bahía Ensenada, una oficina postal permite a los turistas enviar con orgullo su correspondencia del fin del mundo. Su titular, Carlos Delorenzo, viste un overol azul del correo, y porta un gran bigote y largas patillas. El personaje se autoproclamó “ministro del país de la isla Redonda”, sitio que se encuentra justamente frente a la Bahía. Junto con su hijo organiza las excursiones en bote hacia esta isla que dice gobernar. Delorenzo asegura que éste es el correo que más cartas despacha en toda Ushuaia, después del que está ubicado en el centro de la ciudad. En todo caso, la pequeña oficina de madera es muy pintoresca, y está custodiada por imágenes de Evita y el Che.
Los diversos circuitos del parque tienen grados de dificultad para todos los gustos. Los más simples se encuentran en la zona de la hermosísima Bahía Lapataia, el mirador y su vista panorámica; o la castorera, donde se ve el enorme impacto causado por esta especie introducida a principios de siglo. Entre los de dificultad media se encuentran en cambio la Senda Pampa Alta, con vista panorámica del Canal de Beagle y el Valle del Río Pipo; o la Senda Costera, que atraviesa bellísimos bosques de canelos y guindos. Para subir los cuatro kilómetros hasta la cima del Cerro Guanaco se necesitan, en cambio, cuatro horas de caminata y un buen estado físico: como recompensa se obtiene una magnífica vista de la cordillera fueguina y los turbales, un rasgo característico del paisaje local. Estas formaciones son curiosos y esponjosos pedazos de tierra constituidos por restos vegetales y musgos, gramíneas y juncales acumulados y comprimidos en depresiones del relieve.
Otro paseo atractivo por el parque es a bordo del simpático Tren del Fin del Mundo, un confortable ferrocarril con sus locomotoras a vapor y vagones impecablemente reciclados, que emula el recorrido del tren en épocas en que los presos llegaban desde el presidio hasta este paraje en busca de leña. La única parada es en la cascada Macarena, hacia la mitad del trayecto, que puede hacerse ida y vuelta desde la pintoresca estación.
La ciudad más austral del globo se puede disfrutar también desde otra perspectiva, sobrevolándola en helicóptero o pequeñas avionetas. Esta vez elegimos la experiencia de un paseo en helicóptero, una alternativa que permite una mejor vista y mayor comodidad a la hora de tomar fotografías, dadas las características de estas aeronaves que pueden posarse literalmente en el aire.
Roberto Litvachkes vuela en helicóptero desde hace más de veinte años. Lo domina como un colectivero que puede realizar el recorrido con los ojos cerrados. Desde las alturas, asegura que Ushuaia creció muchísimo en los últimos tiempos –la ciudad ronda los 60 mil habitantes–, sobre todo a partir del auge del turismo posdevaluación. Sus vuelos parten desde el antiguo aeropuerto y difieren en duración, según el recorrido elegido. El más corto, luego de volar sobre la ciudad pasa por el Monte Susana, el Glaciar Martial y el Monte Olivia –el más alto de la región– para entrar al valle Tierra Mayor y Carabajal. El de media hora realiza la misma ruta aérea inicial, con el agregado de un avistaje de la bellísima Laguna Esmeralda y el Cerro Castor. Y el de 45 minutos le agrega el cruce de la cordillera hasta las estancias Remolino y Túnel. Además de estos itinerarios básicos, Heliushuaia también ofrece otros circuitos a convenir previamente, llevando al pasajero hasta sitios como San Pablo y península Mitre, o los lagos de pesca, con la opción de dejar al visitante en el lugar y recogerlo tiempo después.
De cara al Canal de Beagle, en el puerto de Ushuaia, descansan todo tipo de embarcaciones, cruceros de lujo, barcos abandonados, veleros, catamaranes y un sinfín de naves que llevan al turista a diversos paseos acuáticos. En una mañana de sol radiante, cielo celeste y mucho viento, nos embarcamos en una travesía de un día hasta la histórica Estancia Harberton, propiedad de los descendientes directos de la familia de Thomas Bridges, el misionero que aprendió el idioma de los yámanas y dejó un diccionario de la lengua indígena.
A pesar del clima cambiante, el sol decide acompañarnos mientras navegamos por el archipiélago Les Eclaireurs. Pasamos por la isla de los Lobos y la isla Despard o de los Pájaros, hogar del cormorán imperial. En cada uno de estos sitios, el catamarán se detiene el tiempo suficiente para tomar unas instantáneas, mientras cientos de aves marinas sobrevuelan las aguas heladas.
Poco después avistamos una de las postales más difundidas de la ciudad del fin del mundo: el inconfundible Faro Les Eclaireurs, que indica la entrada a la Bahía de Ushuaia. Pasamos frente a la ciudad chilena de Puerto Navarino, mientras el catamarán va rumbo a la isla Martillo, donde habita una gran cantidad de pingüinos de Magallanes y unas quince parejas de la especie papúa, más altos y toda una rareza por aquí, ya que son subantárticos. Para nuestro desencanto, no descendemos, y debemos conformarnos con mirarlos desde la embarcación anclada a escasos metros de la costa.
Por la tarde el tiempo cambia. Arribamos a la Estancia Harberton bajo un cielo gris que amenaza con descargar una tormenta y aguar el paseo. Nos reciben los descendientes directos de Thomas Bridges, a quien el entonces presidente Julio A. Roca le otorgó veinte mil hectáreas en “cualquier lugar” del territorio nacional, con el fin de poner una estancia agrícola. Bridges eligió Tierra del Fuego, este sitio inhóspito y lejano, donde él se encontraba a gusto. Quería evangelizar a los nativos y enseñarles a cultivar la tierra: así Harberton, fundada en 1886 y cuyo nombre es el mismo del pueblo donde nació la mujer de Bridges, se convirtió en la primera estancia de Tierra del Fuego y fue declarada Monumento Histórico Nacional en 1999.
Las visitas guiadas están a cargo de los jóvenes de la familia, que relatan con frescura, vida y obra de los integrantes de su extenso árbol genealógico, mientras muestran orgullosos los rincones de este lugar que hoy en día vive del turismo, muy lejos de aquellos días de esplendor ganadero.
Ushuaia es la única ciudad argentina al otro lado de la cordillera, Ushuaia es el fin del mundo, Ushuaia es un rincón austral para recorrer de punta a punta, utilizando los elementos fundamentales de la vida: la tierra, el aire y el agua. El fuego ya lo pusieron sus antiguos habitantesz
Fuente: Página 12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/turismo/9-1759-2010-04-04.html