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Publicado: 12/07/2009
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Fuente: La Capital Turismo

Después de un mes luchando contra el viento, llegué a la parte más fría de América latina. Mi primera parada fue la ciudad de Punta Arenas que ofrece una diversa e interesante arquitectura, museos apasionantes y un terrible viento que hiela hasta los huesos. Me quedé una semana en ese lugar tomando fotos y gastando horas y horas escribiendo en mi diario pero la misión más difícil fue encontrar un medio para llegar a la ciudad de Puerto Williams en la isla Navarino.

Después de algunas horas de viaje llegamos del otro lado del soberbio estrecho de Magallanes que cruzamos con un barco. Para mí fue un momento mágico, ya que he leído muchos libros sobre este estrecho y haberlo cruzado me llenó de una sensación muy difícil de expresar en mi pobre español, ya que soy francés y vivo en Saint Georges, Guyana Francesa, a pocos kilómetros de la forntera con Brasil.

Los últimos kilómetros antes de llegar a la ciudad del fin del mundo son de una belleza increíble. Grandes montañas rocosas, el verde del campo y los lagos azules crean un escenario fantástico. La ciudad de Ushuaia es más grande de lo que imaginé y no me gustó demasiado. La gente me hablaba en inglés y todos los precios son muy caros. Pero la vista desde el camping es increíble, ver el atardecer de ese lugar es mágico, y los alrededores de Ushuaia me reservaron muchas sorpresas. Tres días de caminatas cambiaron mi forma de pensar sobre esa ciudad.

Los primeros dos días hice trecking por detrás de Ushuaia hasta un lugar llamado Paso de la Oveja. Las primeras horas caminé en el bosque bajo una fina lluvia que no quiso parar pero el paisaje era muy lindo y los pájaros carpinteros ofrecían su espectáculo. Caminar acompañado del canto de las aves es algo increíble, y sobre todo si se marcha cerca de arroyos y pequeñas cascadas. ¡Inolvidable!.

Lago del Caminante

Después de siete horas de caminata, llegué al Lago del Caminante, donde me quedé una noche en un refugio, cerca del fuego para no sufrir del frío. El sol del día siguiente ofreció un bonito color sobre el lago, y me regaló una inolvidable caminata hasta un paso mineral de una gran belleza, donde la vista se perdía en el canal de Beagle y su armada de pequeños barcos de pescadores. El parque Tierra del Fuego me regaló algunos senderos de observación que me permitieron conocer más sobre la fauna y la magia de ese paisaje.

Luego de esperar más de dos horas en el muelle, congelándome por el viento frío, la tripulación de un velero privado se ofreció a llevarme hasta Puerto Willams. Cruzar el canal de Beagle también fue una experiencia increíble. Pensar que muchos marineros, desde más de cuatro siglos, estuvieron en esa parte de la Tierra fue fascinante. A mi memoria vinieron muchas historias de violencia, monstruos marinos y sirenas.

Puerto Williams es un pequeño pueblo de 2.500 personas con una mayoria de soldados de la Armada. El hostal donde me alojé está frente al puerto de los pescadores y era un placer mirar el color de las pequeñas embarcaciones que salían o entraban al puerto.

¡Cómo me gusta la vida simple! Me encanta disfrutar cada día de la belleza del paisaje, caminando o en bicicleta por caminos de ripio para descubrir algunas cascadas, animales (muchos patos) o yacimientos arqueológicos de antiguas civilizaciones indígenas. Pero todavía no había llegado lo mejor. La Armada chilena me permitió ir con ella hasta un lugar mítico: el cabo de Hornos.

Después de una noche de barco, llegamos a la isla del cabo de Hornos con la salida del sol. No podía creer lo que mis ojos estaban viendo: el famoso cabo, el más peligroso del mundo estaba allí, saliendo despacio de la bruma de la mañana. ¡Ouah! Espectacular. Un momento muy raro en mi vida. Caminar sobre la tierra en la parte más austral del continente latino, mirando las olas que rompían con violencia en las rocas, o la danza de las aves en el cielo.

Ese mágico día acabó con un buen baño en el mar. Después de una ceremonia militar, la grúa del barco permitió que un loco como yo bajara al agua. Después de cinco segundos en ese mar helado (cinco grados centígrados) el cuerpo empieza a tiritar sin parar. Momento increíble que me congeló y me hizo reír como uno niño. ¡Qué buena sensación y que día mágico tuve en un lugar tan increíble! ¡Ouah! Una vez más saliendo solo para hacer cinco días de trecking y regalarme vistas espectaculares de la isla. Una subida grande por un bosque de ñires me dio una panorámica súper linda sobre el pueblo de Puerto Williams y todo el canal de Beagle. Después entré en un mundo mineral, con un montón de lagos y agujas de roca que querían desgarrar el cielo, cerca de un pequeño bosque destruido por los castores.

La parte más austral

En dos días llegué a un refugio de madera en la parte más austral del mundo. A 100 kilómetros del cabo de Hornos y a menos de 1.000 de la Antártida. Era una locura pensar que 15 meses antes estaba en mi pueblo, cerca de la línea del Ecuador, pensando mi viaje, y en ese momento estaba en la parte más baja del mundo, sentado sobre un tronco con la vista perdida en el horizonte admirando la puesta del sol. Los tres días siguientes me permitieron caminar entre más lagos que se convertían en inmensos espejos para reflejar la belleza de la montañas, y siempre con el hermoso regalo del canto de las aves y cada noche con el reconfortante fuego que me daba calor.

El barco de la Armada me llevó a Punta Arenas. Qué momento cuando la embarcación toma por la "avenida de los glaciares" y se puede disfrutar de la increíble fuerza cuando trozos de esos gigantes caen al agua. Algunos días de descanso en Punta Arenas y el Parque del Paine. Así terminé un mes de febrero muy intenso y que nunca olvidaré, con miles de experiencias y un montón de inolvidables momentos.

Fuente: La Capital Turismo
http://www.lacapital.com.ar/ed_turismo/2009/7/edicion_38/contenidos/noticia_5121.html


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